Derrota en un partido lleno de errores y
sin ninguna claridad de unos Lakers que vuelven a tener muy cerca a los
Warriors. Los Rockets, además, no fallan.
Así
es la vida en la NBA: con las mismas derrotas que los Lakers (33), los Pacers
son sextos en el Este, peleando por escapar de un play in que les pisa los
talones. Están a un partido de Orlando Magic (quintos) pero tienen pegados a
Heat (a uno de distancia) y Sixers (dos). Con esas 33 derrotas aunque una
victoria menos (41 por 42), los Lakers son novenos del Oeste, agonizando para
asegurar al menos su play in (los Warriors están a un partido y medio y los
Rockets, a dos y medio) y viendo como cada derrota supone, en la recta final
del curso, un bofetón a su intento de escalar al menos a la repesca buena, la
que juegan séptimo y octavo.
Así
es la vida en la NBA: se pierden partidos, no se gana siempre. Pero estos que
se pierden casi en abril duelen más, al menos cuando ha habido tramos de la
temporada en los que no se ha hecho el mínimo exigible. Ahora los Lakers están
recogiendo lo que sembraron cuando no dieron el nivel. Y su primera derrota en
seis partidos suena menos a cosas del calendario que a cargador casi vacío. Se
acaban las balas, no hay espejismos: la realidad es la que es y la temporada
empezó el 24 de octubre, no el día que los Lakers abrieron la racha de cinco
victorias que acabó, estrepitosamente, en Indiana (109-90).
Así
es la vida en la NBA: hay partidos perros, en los que las piernas no van y las
cabezas no llevan el ritmo habitual. El tercero en cuatro noches, una trampa en
el cubil de los supersónicos Pacers y con LeBron James (tobillo) y Anthony
Davis (rodilla) entre algodones. Después de aquella remontada épica y las
prórrogas de Milwaukee, después de esquivar un día trampa en Memphis… El
siguiente esfuerzo no fue suficiente. El domingo, en L.A. y antes de salir de
gira, los Lakers anotaron 150 puntos contra estos mismo Pacers a los que
también habían ganado en Las Vegas, en la final del In-Season Tournament. A la
tercera fue la vencida para los de Rick Carlisle, que igualó las 938 victorias
de Red Auerbach en una noche en la que su equipo secó a unos Lakers que les
metieron 60 puntos menos que cinco días antes.
Espesos
y sin puntería (5/30 en triples), los Lakers vieron como un ataque que llevaba
semanas entre los mejores de la liga se quedó en el vestuario en Indianápolis.
No era el día. Pasa. El problema, insisto, es que se han obligado a que todos
sean sus días hasta el final de curso. Y no son tan buenos. Aguantaron hasta el
descanso (54-49) pero se hundieron en el tercer cuarto (86-79 en el minuto 34).
Y cuando lo intentaron en el último (90-83) volvieron a cometer errores que
estabilizaron a unos Pacers que aseguraron su primera temporada por encima del
50% de triunfos desde la 2019-20.
Ni
Tyrese Haliburton (21 puntos, 8 rebotes, 8 asistencias) ni Pascal Siakam
(22+11+6) estuvieron súper, pero hicieron lo sufiente y, desde luego, tuvieron
más peso en el partido que Anthony Davis (24+15+3) y un LeBron James apagado
(16+10+8) que perdió 5 balones y sufrió contra la defensa física de Aaron
Nesmith, que esta vez no se cargó de faltas como la pasada semana en
California. Había un equipo claramente más fresco, de piernas y de ideas, y fue
el que se llevó la victoria. El otro, el que perdió, apiló 16 pérdidas y perdió
la batalla de los puntos en la pintura, una de sus armas esenciales. En esa
pelea por las posiciones novena y décima, todos los resultados de la noche
salieron cruz para los Lakers:
PACERS 109-LAKERS 90
HORNETS 97-WARRIORS 115
JAZZ 100-ROCKETS 101
Los
Warriors, que parecían haber gastado su última bala hace unos días, cuando
perdieron en pista de los Wolves en la apertura de una gira de cinco partidos y
entre debates sobre cuánto y cómo jugaba Stephen Curry, han ganado los tres
siguientes, en el Este: Miami, Orlando y Charlotte (97-115). En los tres han
encajado menos de 100 puntos, y ahora vuelven (39-34) a palmear el hombro de
los Lakers mientras escapan de unos Rockets que no fallan y a los que todo les
sale bien en el momento oportuno: 38-35 después de sumar en Salt Lake City su
undécima victoria seguida, una racha increíble.
En la
ciudad en al que se crio Stephen Curry en los años de jugador de su padre,
Dell, los Warriors no fallaron contra uno de los peores equipos de la NBA. Cada
partido es un tesoro, esté el que equipo que esté enfrente, y con esa
mentalidad sacaron adelante una noche que era de las de evitar sustos y en la
que no tenían, por problemas de rodilla, ni a Jonathan Kuminga ni a Klay
Thompson. Curry anotó 12 de sus 23 puntos en un tercer cuarto crucial (26-39) y
el resto lo pusieron, contra un rival que no hizo mucho por complicar las
cosas, Andrew Wiggins (20+8+8), el rookie Trayce Jackson-Davis (18+8) y ese
Moses Moody (15 puntos) que suele responder en las oportunidades que le da un
Steve Kerr que no suele ser muy generoso con él.
Los
Warriors no han resuelto sus problemas ni son un equipo diferente al que
parecía a punto de implosionar hace unos días, pero están peleando. Y, a veces,
es todo lo que hace falta. Al menos para seguir en esa carrera que para, como
mínimo, poder jugar el play in.
Lo
están poniendo caro unos Rockets que parecían fuera de todas las cuentas pero
que no paran de ganar. En pista de los Jazz sufrieron hasta el final (82-78 a
ocho minutos del final) pero volvieron a escapar vivos (100-101). Sus once
triunfos seguidos les mantienen a un partido de los Warriors y les acercan (a
dos y medio, por lo que pueda pasar) a los Lakers. 13-1 en marzo para un equipo
que parecía haber cerrado su temporada cuando se lesionó Alperen Sengun pero
que ha metido una marcha endemoniada y no falla, porque no puede, ninguna
noche: Jalen Green (34 puntos, 9 rebotes, 6 asistencias) sigue en estado de
gracia. Fred VanVleeet (22+6+4), Jabari Smith Jr (14+5) y el rookie Amen
Thompson (18+14+5) hicieron el resto contra unos Jazz que sí que dejaron ir su
temporada hace semanas y en los que John Collins anotó 30 puntos y Collin
Sexton, 29.
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