Haití vive nuevamente una profunda crisis.
Desde el asesinato del presidente Jovenel Moïse, grupos armados han tomado el
control de grandes zonas del país.
La población sufre hambre, violencia
generalizada y desplazamientos.
Y ahora el país no tiene mandatario.
Ariel Henry, el primer ministro en funciones
que asumió el poder en julio de 2021, justo después de la muerte de Moïse,
renuncio este martes luego de que le impideran regresar al país tras un viaje a
Kenia, en el que buscaba ayuda de las fuerzas de seguridad de esa nación
africana.
Jake Johnston,
un economista y escritor que trabaja investigando sobre Haití para el Center
for Economic and Policy Research en Washington D.C., plantea una respuesta
que, aunque reconoce no es definitiva, busca expandir la discusión sobre lo que
ocurre en la isla caribeña.
Él afirma que
la complicada situación de Haití es la consecuencia de un cúmulo de
intervenciones militares y de ayuda humanitaria fallidas.
Para Johnston,
las políticas puestas en marcha por actores extranjeros como EE.UU. y las
Naciones Unidas, con la ayuda de una “elite local”, desplazaron al Estado
haitiano, dejando al país en una continua inestabilidad.
En la ecuación
del autor de Aid State: Elite Panic, Disaster Capitalism, and the Battle to
Control Haiti (2024), el ciudadano común tiene muy poco que ver,
pero es el más afectado.
De eso
conversamos en esta entrevista, que fue hecha antes de la renuncia de Ariel
Henry.
Académicos, personalidades de los medios y
políticos han llamado a Haití un “Estado fallido”. Usted propone cambiar este
concepto y referirse al país caribeño como un “Estado dependiente de ayuda”.
¿Por qué? ¿Qué hay detrás de este concepto?
Hay dos asuntos principales aquí. Uno, es que
la noción de un estado fallido es generalmente usada para justificar una
creencia, que tiene raíces históricas, de que Haití no se puede gobernar a sí
mismo. Y la otra es que impulsar la idea del “Estado dependiente” es con la
intención de explicar qué ha causado la situación actual en Haití.
Es un concepto que no solo involucra al país en
su crisis actual, sino también a la política exterior de EE.UU., al
colonialismo francés, las Naciones Unidas y la larga historia de intervenciones
internacionales que ha sufrido desde su fundación.
Explica cómo los actores internacionales han
perpetuado la situación que vemos en el terreno hoy.
No quiere decir que el Estado no ha fallado, el
Estado en efecto está fallando. Pero, ¿por qué?
¿Cuáles son los actores principales de ese
“Estado de dependencia” y cómo su forma de operar desembocó en la crisis actual
que enfrenta el país?
En el corazón de la situación de Haití hay un
contrato social roto, un Estado que no rinde cuentas o no representa a la
población en sí.
En los pasados 30 años y poco más, hemos visto
la externalización del Estado haitiano. Aun antes del terremoto de 2010, un 80
% de los servicios públicos en Haití era controlado por actores privados. Ya
sea organizaciones sin fines de lucro, iglesias, bancos de desarrollo y el
sector privado, pero no el Estado.
El Estado no está realmente presente en la vida
de la gente.
Las ciudadanos pueden hacer que su gobierno
rinda cuentas, pero no pueden hacer que las organizaciones internacionales
rindan cuentas, ellas lo hacen a otras personas, no a la gente haitiana.
Hemos visto esta dinámica extenderse más allá
de los servicios públicos tradicionales. Se ha extendido a la seguridad, que ha
sido externalizada en tropas extranjeras, como los Cascos Azules de las
Naciones Unidas.
Hasta la democracia en sí y el proceso
electoral. Elecciones en Haití han sido financiadas, diseñadas y finalmente
legitimadas por actores externos.
Así que cuando nos preguntamos por qué hay
inestabilidad política, por qué el gobierno no tiene un mandato real y no puede
proveer estabilidad, tenemos que comenzar mirando eso.
¿Qué rol han jugado las élites haitianas en
este “Estado de dependencia”?
Las políticas originadas fuera de Haití
requieren actores locales para que se implementen. Todo ha sido posible por la
elite haitiana.
Es una minoría oligárquica, extremadamente
pequeña, muchos de los cuales tienen negocios en EE.UU. y están conectados a la
economía global y las cadenas de suministros de EE.UU.
Un ejemplo de cómo el estado de dependencia se
desarrolla y que está relacionado a la crisis actual es el apoyo internacional
al (ex) primer ministro Ariel Henry, quien fue nominado al puesto previo al
asesinato de Jovenel Moïse en julio de 2021.
Juramentó luego del fallecimiento y se
convirtió en el líder de facto con el apoyo expreso de la comunidad
internacional. La gente se pregunta por qué no tuvo éxito. Bueno, porque no
puedes imponer la legitimidad desde afuera y esperar que se convierta en algo
sostenido en el tiempo.
Hemos visto ese modelo de construir naciones,
de imponer aparatos de gobierno por actores extranjeros, como pasó en
Afganistán, o en otros lugares, y simplemente no es sostenible.
Es cierto que el pueblo haitiano ha sido
víctima de políticas neocoloniales, racistas y extractivistas. Pero ante la
situación actual, con el estado en el que se encuentra su economía, ¿cree que
es posible que salga adelante sin ayuda humanitaria internacional?
Estar en contra de las intervenciones
extranjeras no significa estar en contra del apoyo foráneo. Pero eso me lleva a
la pregunta de cómo ese apoyo está siendo provisto.
Pienso que los haitianos pueden presentar
soluciones. Lo han hecho en el pasado, lo harán en el futuro. Hay una
organización maravillosa en Haití todos los días, pese a los obstáculos
ridículamente difíciles de sobrepasar con los que se encuentran todos los días.
Pero el apoyo provisto por actores externos ha
tenido el efecto de socavar esos esfuerzos de base. Hay que cambiar la relación
de Haití con la ayuda humanitaria para que le sea productiva y sustentable a
largo plazo.
Aquí [en EE.UU.] decimos que no podemos darle
el dinero a las organizaciones locales haitianas, porque hay demasiada
corrupción, pero la realidad es que no queremos darles el dinero porque lo
queremos para las corporaciones estadounidenses.
Si queremos ayudar a Haití, tenemos que
entregarle lo que nos pida. Y eso significa escuchar a la sociedad haitiana,
colaborar con ella y responder a sus necesidades.
¿Y de sus investigaciones, no puede sacar ni
siquiera un proyecto de ayuda internacional del que Haití realmente se haya
beneficiado?
No quiero hablar generalidades. No quiero decir
que no haya programas exitosos. Hablo de las grandes sumas de dinero, de las
agencias de desarrollo.
Lo que estas hacen puede tener beneficios a
corto plazo, pero crean peligros a largo plazo.
Por ejemplo, la ayuda alimenticia. Las personas
están hambrientas, por supuesto que necesitan comida. ¿Pero cuáles son los
efectos a largo plazo si importas toda la comida donada en vez de obtenerla
localmente?
Podrías estar haciéndole daño a los
agricultores locales, sacándolos del mercado. Y con eso, contribuimos a la
migración del campo a la ciudad que causa sobrepoblación en la capital,
diseminando su estilo de vida y hasta forzándolos a que salgan del país.
¿Cómo cree que debe ser la transición a un
gobierno ordenado en Haití? Desde diferentes flancos se han presentado opciones
para que ocurra, como la impulsada por el jefe de una de las bandas criminales,
Guy Philippe, quien propone un “consejo de sabios” de las diferentes zonas del
país.
EE.UU. impulsa una negociación para una
solución política. Crear un consejo de transición. Aparentemente, se está
moviendo más allá del (ex) primer ministro Henry.
Pero varios grupos en Haití, desde hace dos
años, han pedido exactamente eso. Habían estado advirtiendo que la violencia
que ocurre hoy iba a suceder.
Hubiese sido mucho más fácil atender el asunto
si se hubiesen escuchado esas peticiones.
Pero soy optimista, pienso que con el apoyo
correcto Haití tiene la capacidad de organizarse y atender la situación.
Sin embargo, cualquier tipo de transición que
se establezca será fuera de la Constitución, por lo que su legitimidad será
cuestionada.
Si los haitianos se unen y crean una nueva
estructura de gobierno, cualquier ayuda externa será como ellos la definan.
¿Cómo se explica que después de tantas
intervenciones de fuerzas internacionales desde inicios del Siglo XX hasta
nuestros días, se continúen formando bandas criminales en Haití y sea tan
complejo mantener el control?
No creo que la premisa debe ser que las bandas
existen a pesar de eso, sino que esa es la razón.
Creo que estas intervenciones internacionales
han minado al Estado y creado las condiciones para que los grupos armados sean
capaces de prosperar.
Es por la herencia de un status quo no
sostenible, establecido por las intervenciones extranjeras, y del que gran
parte de la población ha sido dejada fuera y siendo incapaz de ver otra opción.
Y no es que todo el mundo que toma un arma lo
hace porque esa es su primera opción, pero es un contexto en donde hay muy
pocas oportunidades.
¿Cuáles cree que son las aspiraciones a largo
plazo de estas bandas criminales?
Tienes una coalición de grupos armados que
estuvieron luchando entre ellos por largo tiempo, y se han unido para sacar a
Henry. ¿Luego de eso, qué?
¿Realmente buscan tener el poder? ¿Es para
tener una silla en la mesa?
En Haití hay un dicho popular, de que existen
mafiosos en sandalias y mafiosos con camisa blanca y corbata.
Los criminales no son solo los que tienen armas
en sus manos, sino también la gente que ha estado apoyándolos y los impulsan,
usándolos para propósitos políticos por un largo tiempo.
Pero, ¿cuál será el ángulo de estas bandas si
Henry renuncia? (Como finalmente ocurrió)
Es una gran pregunta.
Usted dice que aún en períodos de calma, ha
existido en Haití otro tipo de violencia, muy profunda, y que es estructural.
Ha llegado a referirse a ella como un “apartheid" que divide a las élites
haitianas y las organizaciones internacionales de los ciudadanos comunes. ¿Lo
puede explicar?
Creo que ese es el resultado de la ruptura del
contrato social. La violencia estructural infligida en la gran mayoría de la
población. Se ve en el día a día, cuando viven sin agua limpia, sin
electricidad, sin acceso a educación, a facilidades de salud y los servicios
básicos en general.
Y cuando son sistemáticamente excluidos de los
procesos políticos durante décadas.
Esa dinámica es precisamente la que alimenta a
estos grupos armados. Al final de cuentas, crea mucha de la inestabilidad que
está viviendo Haití ahora mismo.
Son los mismos protagonistas los que intentan
llevar una solución a esta nueva crisis en Haití. ¿Los ve con una intención
distinta en esta ocasión?
Creo que esta no es una pregunta fácil de
contestar. Pienso que en un mundo ideal, los haitianos serían los que lleguen
con sus propias soluciones. Pero la gran mayoría no es parte de este proceso.
Eso es, últimamente, un asunto enorme que
tendrá que atender cualquiera que se haga cargo de la transición gubernamental.
Tendrán que ganarse la confianza de la
población, no les va a ser cedida solamente porque llegaron a un acuerdo. Eso
queda por verse.
En su libro usted afirma que EE.UU. tiene
enormes intereses en Haití, así como la comunidad internacional en general.
Pero a la vez, durante décadas, estos actores se han encargado de que las
inequidades del país caribeño no se discutan en la opinión pública. ¿Por qué
les importa tanto Haití y por qué ocultar su historia y su crisis?
Por 200 años el mundo ha estado asustado del
impacto de la revolución haitiana. Lo que se ha visto través de la historia de
Haití es la resistencia de su pueblo. La resistencia a los modelos económicos
dominantes, a los poderes imperialistas del mundo.
Haití ha pagado caro por esa resistencia. Ha
sido castigado por esa resistencia.
En cierto punto, lo que anima las políticas
estadounidenses, son sus ambiciones, el control político.
Mientras que la idea de esconder lo que ocurre
de la vista del público es con la intención de evitar golpes políticos a nivel
doméstico.
Las fallas de los esfuerzos de ayuda en Haití
son un riesgo político.
Ya sea porque incrementan la migración, que es
lo que comúnmente vemos que causa una reacción de los políticos de EE.UU., o
por cualquier otra razón.
Cuando se presentan en nuestras fronteras y
comienza la situación a impactarnos aquí, es cuando Haití nos importa.
Por eso esconder nuestra responsabilidad en
crear la realidad que se vive en la isla es de suma importancia para los
políticos de EE.UU.
Pese a que hubo arrestos en relación al
asesinato del presidente Jovenel Moïse, aún se desconoce por completo la trama
de lo que sucedió y no se han adjudicado todas las responsabilidades. ¿Qué
mensaje le envía eso a la sociedad haitiana?
La impunidad alimenta más impunidad. Esa
impunidad es una fuerza motriz en lo que estamos viendo hoy en Haití.
Cuando hablamos del caso del asesinato del
presidente, es importante establecer que hay dos esfuerzos paralelos de
investigación sucediendo. Uno en el sistema judicial haitiano y uno en el
sistema judicial estadounidense.
La realidad es que ninguno de los dos está
realmente tratando de identificar al autor intelectual de este crimen.
EE.UU. ha sido muy claro en que su intención no
es resolver el asesinato, sino enjuiciar a ciertos individuos.
El caso se está llevando a cabo bajo estrictas
restricciones con la excusa de la seguridad nacional. Y es porque parte de los
individuos que han sido arrestados en en relación al crimen han trabajado con
las fuerzas de seguridad de EE.UU.
Mientras, el proceso que está pasando en Haití
tampoco nos da mucho espacio para el optimismo. Vemos un proceso politizado
desde el principio, con investigadores teniendo que escapar del país bajo
amenaza, fiscales despedidos y cinco o seis jueces viendo la investigación.
Pero aún no hay ninguna teoría o información sobre quién financió el asesinato.
Los individuos que han sido acusados son
oponentes prominentes de Henry.
El primer ministro en sí fue vinculado con el
caso de asesinato. El fiscal a cargo intentó llamarlo a testificar y Henry lo
despidió, al igual que al ministro de Justicia.
Hay muchas razones por las que cuestionar la
honestidad de este proceso.
¿Cuáles son las medidas más urgentes que
necesita Haití?
Creo que el pueblo haitiano determinará esos
pasos.
Lo más importante para los actores
internacionales es no imponer una solución que desestabilice aún más la
situación.
Es claro que la policía haitiana necesita apoyo
inmediato. Y, otra vez, estar en desacuerdo con la intervención extranjera no
es estar en contra de la ayuda internacional.
Pero esa ayuda tiene que llegar por un pedido
de los haitianos, y no desde una autoridad ilegítima.
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